“…la historia profunda de un vacío, de una situación, de un sentimiento, de un silencio.”
del texto de Ramón Gaya.
Cuidadosamente se va creando la escultura, como se compone una melodía, un poema, un perfume o un exquisito plato. Unas veces poniendo aquí, otras quitando allá, con más o menos certeza, con más o menos seguridad, pero siempre actuando, siempre en la acción, desde la experiencia, desde el sentir interno.
Una mirada atenta nos guía para dibujar en el espacio y para hacer los retoques que sean necesarios, tantas veces como sea preciso. Poco a poco, la forma, sigilosamente, “florece” y se nos ofrece con toda su fragancia y frescura, cautivando nuestros sentidos e impregnándolos de silencio.
En esa quietud, en ese vacío, el paisaje que nos rodea se funde, nos conmueve y nos habla de transformación, de cambio, de determinación, de atrevimiento, y el espacio recorrido nos hace percibir cómo este proceso también nos ha ido modelando a nosotros mismos, día a día.
del texto de Ramón Gaya.
Cuidadosamente se va creando la escultura, como se compone una melodía, un poema, un perfume o un exquisito plato. Unas veces poniendo aquí, otras quitando allá, con más o menos certeza, con más o menos seguridad, pero siempre actuando, siempre en la acción, desde la experiencia, desde el sentir interno.
Una mirada atenta nos guía para dibujar en el espacio y para hacer los retoques que sean necesarios, tantas veces como sea preciso. Poco a poco, la forma, sigilosamente, “florece” y se nos ofrece con toda su fragancia y frescura, cautivando nuestros sentidos e impregnándolos de silencio.
En esa quietud, en ese vacío, el paisaje que nos rodea se funde, nos conmueve y nos habla de transformación, de cambio, de determinación, de atrevimiento, y el espacio recorrido nos hace percibir cómo este proceso también nos ha ido modelando a nosotros mismos, día a día.
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