sábado, mayo 26, 2007

ETERNO FEMENINO



¡Sí! Victor hugo lo comprendió bien! Lo que adoramos en el cuerpo de una mujer es, aún más que su forma tan bella, la llama interior que parece traslucir:


Los hombros de una mujer, una curva de una belleza perfecta; la elegancia adorable de su cuello, dilatación de una gracia casi irreal; sus caderas, una maravillosa ondulación, pues, ¡que exquisitamente envueltos tiene los músculos en la suavidad de la superficie! ¡Es como para ponerse de rodillas!


Pero la MUJER cambia deprisa, como una paisaje en el que el sol inclinandose sobre su piel cambia sin cesar. Pues la verdadera belleza, momento virginal en el que el cuerpo se concentra en su esbelta forma, llama de amor, ese momento dura apenas un suspiro. Maternidad, fatiga de deseo, fiebre de la pasión...aflojan sus tejidos y relajan sus líneas. La mujer se convierte en otro tipo de belleza, admirable todavía, pero menos puro.


Tuve ojos para verla, en tanto que los de hoy están ciegos. La mujer que fué era bella, pero su belleza residía sobre todo en el pensamiento del escultor que la representaba;


Recordar como evocaba con su fuerza o con su gracia las imágenes más variadas. A veces semejaba una flor: la inclinación de su torso imitando el tallo, la sonrisa de sus senos, el resplandor de su cabellera... a veces la recuerdo con sus curvadas pestañas como un bello arco de ébano. A veces como una simple urna, sentada en el suelo, volviendo la espalda hacia mí, con las piernas y los brazos recojidos por delante. En esta posición, la silueta de su espalda, que se adelgazaba en la cintura y se ensanchaba en las caderas, aparecía sola ante mis ojos, sugiriendo el ánfora que contenía la vida del porvenir.


Así que daros cuenta de que si las diosas del pasasdo nos resultan hoy día simpáticas es porque , ya caídas, no pueden hacernos ningún mal.

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