Los profanos en arte cuando pensamos en escultura vemos al David de Miguel Ángel, el Pensador de Rodin o con mucha suerte El Peine de los Vientos de Chillida…si nos preguntan por materiales nos viene a la cabeza el mármol de Carrara, el bronce…la madera y estirando mucho la imaginación, el acero…Pero el ladrillo?...¿Qué es un ladrillo? Pues así, a bote pronto, diría que el elemento básico de tabique o pared, que rara vez queda al descubierto porque la convención es enlucirlo rápidamente: yeso, pintura (con o sin gotelé) … de donde colgará un cuadro o más probablemente una foto…No hay espacio para la trascendencia en la vida de un ladrillo…
Pero por suerte hay personas para todo que, por sensibilidad y/o trayectoria vital, son capaces de ver posibilidades donde los demás no vemos más que barro cocido.
En la figura de Massimo Arzilli encontramos esta capacidad, además de ser una persona digna de confianza, cálida y expresiva. Este hombre se presentó como artista hijo de artista, escultor y profesor italiano, orgulloso de sus raíces…pero durante el visionado de su último trabajo, “Laterizio Massimo”una instalación realizada con ladrillos, me quedó claro que había omitido su condición de alquimista capaz de transformar el plomo en oro.
Su obra es una evocación conmovedora de la historia humana. La connotación ordinaria del ladrillo queda borrada. Lo único patente son las ruinas de construcciones humanas, salidas de la misma tierra en un intento por llegar al cielo. Intento fallido, pues tan pronto como el barro comienza a alzarse retorna a su punto de partida, convirtiéndose las construcciones en lápidas: la tierra con la tierra.
La Condición Humana, la devastación del Tiempo y la Muerte se dan cita en un entorno atemporal, solitario y de silencio sepulcral.
Ésto es lo que me ha explicado con unos ladrillos Massimo Arzilli.
Marisa Franco
Escultura II
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